Miembro del Escuadrón 201 es atendido por el coronel médico cirujano Gerardo Martín González López.

Durante la Segunda Guerra Mundial, México contó con los más valientes de sus hijos para defender el suelo patrio y la dignidad nacional, por ello participó con un contingente denominado Fuerza Aérea Expedicionaria mexicana, a la cual pertenecía el famoso Escuadrón 201, formado por casi 300 elementos entre pilotos, armeros, de transmisiones y diversas especialidades que en su momento coadyuvaron a satisfacer las necesidades de vida y operación de esta unidad militar en el Teatro de Operaciones del Pacífico, en específico en las Islas Filipinas.

A sus 90 años, uno de sus integrantes conversó con nosotros, en una entrevista exclusiva para la Revista Militar Armas, el ingeniero Fernando Nava Musa, quien nos compartió sus experiencias en el frente de guerra, su participación en la organización de veteranos que representa y la atención que ha recibido por parte de un prestigioso hijo de la Escuela Médico Militar, el coronel médico cirujano, Gerardo González López, quien ha desarrollado un novedoso tratamiento a base de inductores de regeneración de células madre, terapia que el mismo ha llamado la medicina del Siglo XXII, por lo adelantado que resulta para este tiempo.

El coronel González López es miembro activo del A4M, sociedad de la Academia Americana de Medicina Antienvejecimiento de médicos y científicos dedicados a mejorar la calidad y ampliar la vida humana; y además presidente de la Sociedad Internacional de Terapia Celular con Células Madre, Medicina Regenerativa y Antienvejecimiento S.C., lo que lo convierte en un militar y mexicano ejemplar, cuyos conocimientos y experiencias adquiridos a través de largos años de investigación, los pone al servicio no solo de sus compañeros de armas, sino de la sociedad en general, ya que el altruismo es algo que lo ha caracterizado en el desempeño de esa noble profesión que desempeña.

Llamado de la Patria

Durante la conversación, pudimos conocer que el ingeniero Nava Musa sintió el llamado de la Patria desde muy niño y llegado el conflicto con los países del Eje decidió servir a su país: “Era el año de 1942, cuando se escuchaba en las calles que México había sido atacado y que el presidente Ávila Camacho le había declarado la guerra a los países del Eje.

Siendo un país que acababa de salir de la Revolución y que estábamos en crisis económica, el presidente valientemente, sin que como país tuviéramos con que defendernos, declaró la guerra inmediatamente, porque por el honor de México nosotros debemos estar dispuestos a tomar las armas.

Eso a mi me impresionó mucho y dije: Tengo que ir a defender a mi país, porque en aquellos años los niños éramos educados en valores, se nos enseñaba lo grande que era México, el valor del hogar y la familia. Creo que todas esas cosas se han perdido actualmente, pero a mi lo que me hizo tomar la decisión de servir a mi país sin tener la edad requerida, eran esos grandes valores”.

Explicó al manera en la que se trasladó, a pesar de la limitación de la edad, hasta el lugar donde se encontraba la base de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana: “Pasó el tiempo y México se preparó para la guerra y llegó el año de 1944, para ese tiempo yo tenía 14 años y me presenté, pero me dijeron que debía cumplir 18 años, sin embargo, tomé la decisión de seguir al Escuadrón 201 hasta Greenville, Texas, donde ya se encontraba con ellos el sargento Jorge García Herrera, quien ya había estado trabajando con mi padre, quien era un coronel de Artillería y comandante de la Brigada Motorizada, que se acababa de formar en el Campo Militar No. 1”.

Con 50 pesos en su bolsa, el sargento Nava Musa se dirigió en tren hacia Texas para encontrarse con su amigo sargento en Greenville, sin pasaporte y sin la edad requerida, pero con el corazón henchido de fervor patrio y dispuesto a servir dentro del Escuadrón 201, del que luego de muchas peripecias logró ser parte, con la anuencia del entonces coronel Antonio Cárdenas Rodríguez, comandante de la FAEM.

Explicó el momento en el que tuvo conciencia de la responsabilidad de servir a México en el frente de guerra: “Cuando llegó el abanderamiento de la unidad, el coronel dijo: Un paso al frente el que no quiera ir a la guerra, porque vamos a la guerra y posiblemente no vamos a regresar. Luego de permanecer firme en mi decisión, me uniformaron y entonces pude sentirme parte del grupo.

Partimos a Filipinas en abril de 1945, nos fuimos hasta San Francisco primero, donde abordamos un barco que llevaba a 5 mil elementos, para partir con rumbo a Filipinas en una travesía que duró 33 días, en condiciones muy duras, porque era racionada la comida y el agua.

El 2 de mayo de 1945 a Filipinas, izamos por primera vez nuestra bandera, ahí inició nuestra participación en la guerra, una guerra de la que regresamos con la victoria en la mano. Cuando la Bandera se desplegó, fue entonces cuando tuve conciencia de mi responsabilidad en ese conflicto, porque sentí el deber de cuidar esa bandera, porque era la primera vez que ondeaba fuera del continente con fines bélicos”.

Con emoción narró lo más emocionante y los momentos más tristes que vivió en Filipinas: “Lo más impactante para mi era el momento del despegue de los pilotos con sus aeronaves artilladas y cargados de bombas, con una sensación de que sería su última misión. La otra cara de la moneda era cuando los recibíamos de sus misiones, porque las escuadrillas daban una vuelta al campamento y en ese momento los contábamos, pero lo que me daba mucha tristeza era cuando detectábamos que no todos regresaban.

Murieron cinco compañeros, tres cayeron en el mar, pero pudimos rescatar los restos de dos mas que cayeron en tierra, por eso sus restos están aquí en la Ciudad de México en la Tribuna Monumental, mejor conocida como el Monumento al Escuadrón 201.

Los restos de esos dos compañeros estaban en el Panteón de Dolores y los veteranos del Escuadrón 201 los trasladamos a este monumento, porque ellos son los verdaderos héroes, nosotros fuimos a cumplir, pero ellos ofrendaron sus vidas”.

Señaló las tres misiones que nos impusimos como agrupación: “Buscar un monumento a donde trasladamos a los compañeros y pusimos las placas de la historia que vivimos; lo segundo era que por decreto se estableciera que se izara la Bandera a media asta en toda la Nación, lo que también se consiguió en 2005; y en tercer lugar, era ir a los 32 estados de la república para entregar la réplica de la Bandera y el video para que tuvieran la oportunidad de conocer la historia, misión que llamamos Caravana por la Patria y que nos tomó un poco más de quince años pero se logró en la pasada Administración con el apoyo del presidente de México y concluyó en Zacatecas”.

Un caso de éxito vivo

En la entrevista, el sargento Nava Musa señaló cómo se enteró de los tratamientos del coronel Gerardo y cómo ha mejorado su salud desde entonces: “Me invitaron a dar una conferencia y me regalaron un ejemplar de la Revista Militar Armas, mi hija vio que estaba publicado un reportaje del doctor Gerardo y me lo mostró, y en ese tiempo me sentía muy mal y decidimos acudir a él. Desde que me empezó a tratar, me he sentido con más energía. 

Algo que me preocupó mucho al principio es que con un ojo empecé a ver una cosa negra y la vista es indispensable para un ser humano, por eso cuando empezamos a tener fallas como esa, en la mente pasa hasta el suicidio, porque dije: como puedo seguir sin ver; entre otras cosas que me hicieron sentir deteriorado.

Antes caminaba desde la colonia Condesa hasta el Zócalo, pero de repente vi que ya no podía caminar ni tres cuadras.

Cuando ya no veía de un ojo, el especialista me dijo que las células ya se habían muerto, sin embargo después de aplicarme la terapia con el doctor Gerardo ya veo mucho mejor, además ahora me siento con vitalidad y ganas de seguir con la misión que tengo de promover la historia del Escuadrón 201, porque ahora que fui a la Carabana por la Patria, con las banderas, me di cuenta que no se conoce mucho la historia de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana”.

Con humos señala que se siente con la vitalidad de una persona más joven y recomendó este tratamiento: “El 20 de marzo cumplo 90 años, pero ahora hasta les digo a mis hojas que con las terapias que me están aplicando, me siento como de 40 años, por eso mi recomendación es que nunca pierdan la esperanza, porque ahora con estos novedosos tratamientos se les puede presentar una segunda oportunidad”.

Finalmente envió un mensaje de esperanza y reconocimiento para los médicos militares: “Lo que recomiendo es que las personas que tengan alguna enfermedad, recurran a este tratamiento porque a mi me ha servido mucho, porque ahora siento mi salud y mis energías restituidas. 

Los médicos militares son los mejores y si tomaos en cuenta que en una acción militar ellos son los primeros que atienden a los heridos y están al pendiente de los enfermos, pues son una verdadera bendición”, concluyó.