Por: Centro de Estudios Superiores Navales

23 de noviembre Día de la Armada de México

Desde hace 31 años, por decreto presidencial (DOF, 1991), ha sido costumbre en México conmemorar el 23 de noviembre como Día de la Armada de México, en recuerdo a los actos heroicos realizados por la Marina de Guerra para consolidar la Independencia Nacional.

Aunque es indiscutible la relevancia que tiene este acontecimiento para la historia de la nación, lo cierto es que ha sido poco estudiado. En la historiografía del país ha prevalecido la idea de que la Guerra de Independencia se hizo fundamentalmente en tierra; que ésta finalizó con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México; y la firma del Acta de Independencia el 28 de septiembre de 1821. No obstante, la realidad fue otra y la disputa por la soberanía con España continuaría varios años más.

El objetivo de este artículo es traer a la memoria del imaginario colectivo la importancia que esta fecha representa para la historia de la nación mexicana, toda vez que gracias a la participación de la Armada, fue posible expulsar al último reducto español, cuya presencia amenazaba la emancipación del país después de 300 años de opresión.

LA CONSUMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA Y EL CONFLICTO DEL ÚLTIMO BASTIÓN ESPAÑOL EN TERRITORIO MARÍTIMO MEXICANO (1821-1825)

Aunque la historiografía nacional señala que la Independencia de México se consumó en 1821, lo cierto es que España no reconoció la firma de los Tratados de Córdoba. Entabló inmediatamente un conflicto político y militar para no perder su joya más preciada de ultramar.

El hecho de que esta guerra tuviera una duración tan amplia se debió a la debilidad que presentaban tanto el imperio como la joven nación, pues se produjo en medio de la construcción del Estado mexicano y el reacomodo del nuevo orden internacional que siguió a la derrota napoleónica en Europa y a los movimientos independistas que terminaron por diluir al Imperio español (Rivera, 2022).

En este contexto, es importante señalar que el único lugar que no reconoció la Independencia fue Veracruz, toda vez que el comandante militar y gobernador de la plaza José María Dávila era uno de los generales realistas más fieles con que contaba la Corona, quien además tomó la decisión de trasladarse el 26 de octubre de 1821 junto con sus hombres a la fortaleza de San Juan de Ulúa, llevando consigo toda la artillería y municiones, así como el capital de la hacienda pública y 200 soldados (Moreno, 2014, p. 45).

Las razones para atrincherarse en la fortaleza naval fueron esencialmente militares y económicas; puesto que, desde un punto de vista estratégico, la ubicación y construcción de Ulúa, en pleno mar, ponía a salvo al reducto español de cualquier ataque que viniese de tierra, pero también de un combate naval. Sobre todo, porque la Marina mexicana había nacido a la vida independiente carente de barcos y tripulación. Otra de las razones importantes, fue porque podía acceder al comercio marítimo y controlar la aduana marítima, inclusive ejercer el contrabando y finalmente porque desde el mar, la fortaleza podía someter al puerto a través de un bombardeo (Rivera, 2022).

Aunque España trató de apoyar a Dávila a través de la Capitanía General de Cuba (Ortiz, 2008, pp. 101-103), lo cierto es que la ayuda fluyó mesuradamente toda vez que la península estaba paralizada ante la falta de barcos y recursos económicos; por lo que el apoyo fue poco en realidad. Esto, al coincidir con las debilidades de la joven nación derivó para que este conflicto se extendiera por cuatro años con el fin de expulsar a los españoles, que para 1825 se habían incrementado a 2,000 soldados.

LA DISPUTA EN EL MAR
Como todo conflicto, este no fue lineal y tuvo varios altibajos ya que se trató de una pugna que atravesó por tres etapas claramente diferenciadas, que provocó el cambio de comandantes en la fortaleza y que coincidió con transformaciones importantes en la escena política mexicana (Rivera, 2022). De esta forma, durante la primera etapa que transcurrió de 1821 a 1822, Agustín de Iturbide tuvo un papel central para la conformación de una Marina, pues no solo era el presidente de la Regencia y había recibido el nombramiento vitalicio de Generalísimo Almirante (Dublán y Lozano, 1876), sino también porque fue investido como Emperador de México, lo que favoreció que tuviera una mayor injerencia con respecto a los asuntos de la Armada.

Durante su breve gestión fue notoria su visión de hombre de Estado, lo que se reflejó en el problema que representaba la presencia del reducto español para la soberanía del país, y de la necesidad inmediata de organizar una Armada, que aunque había nacido en el papel el 4 de octubre de 1821 (Gaceta Imperial, 1821), lo hacía sin una infraestructura básica al carecer de una flota, la cual resultaba esencial para defender la integridad territorial; por lo que uno de sus compromisos urgentes fue dotar a la Marina de sus primeros buques (Rivera, 2017).

Aunque Iturbide era un militar de tierra, tenía claro que Ulúa debía ser rendida a través de un bloqueo naval (Rivera, 2022). De esta forma, la Marina encargó la adquisición de una fragata y ocho corbetas para establecer el bloqueo de una manera efectiva. Sin embargo, por falta de dinero el encargado de la compra terminó comprando dos goletas y diez balandras cañoneras, que por sus características técnicas no sirvieron para imponer el cerco naval a Ulúa. Los buques adquiridos fueron: las goletas Iguala (ANCH, 1822) y Anáhuac (AHSRE,1822), así como las balandras cañoneras Orizaba, Campechana, Tampico, Zumpango, Chalco, Papaloapan, Texcoco, Chapala, Tlaxcalteca y la balandra Tuxpan (Carranza, 2014).

La relación que se entabló entre Dávila e Iturbide fue esencialmente diplomática, dada la debilidad naval que presentaban ambos contendientes. Sin embargo, esta «paz relativa», se vio interrumpida por la injerencia de Antonio López de Santa Anna y otros republicanos que fraguaron la caída del primer Imperio. Así como también por la llegada como comandante de Ulúa del Brigadier Francisco Lemaur, quien chocó de inmediato con Santa Anna. El resultado del ríspido encuentro, fue el bombardeo que sobre Veracruz realizó Ulúa el 27 de octubre de 1822. Simultáneamente, el conflicto interno no se hizo esperar, dado que se urdió la conjura contra el Imperio de Iturbide con el plan de Veracruz que permitió el establecimiento de la República.

En este contexto, el Brigadier español no solo pidió más apoyo a la corona a través de Cuba, sino también comenzó el despliegue de una política agresiva contra el puerto al dictar sobre Veracruz medidas que eran lesivas al honor nacional y que desencadenaron un nuevo bombardeo a partir del 25 de septiembre de 1823, el cual se prolongó hasta el 31 de diciembre (Rivera, 2022). El resultado fue desastroso, toda vez que provocó un número significativo de muertos y heridos, así como el desplazamiento de más de 6 mil habitantes que se refugiaron en localidades aledañas (Lavalle, 1985).

El corolario del bombardeo fue que México tuvo que decretar el bloqueo naval a la fortaleza de San Juan de Ulúa el 8 de octubre de 1823; a la vez que declaró la guerra a España el 25 de ese mismo mes (AHSDN, 1823). Lo sucedido durante este segundo ataque dejó en claro para la dirigencia política nacional que sólo se podía expulsar al reducto español con la ayuda de la Armada.

Hacia el 13 de noviembre de 1823, el General José Joaquín de Herrera, Secretario de Guerra y Marina, presentó ante el Congreso un informe sobre la situación de guerra en Veracruz, donde expresó que sólo a la Marina correspondía consolidar por siempre la independencia nacional (Memoria de Guerra y Marina, 1823).

No obstante, este no fue el último bombardeo que padeció Veracruz, en vista de que el 18 de marzo de 1824 volvió a repetirse el ataque. Al respecto señala Carranza y Castillo «En esta ocasión, los primeros tres días de bombardeo produjeron más muertos que los noventa y siete días del año anterior. Fue la desesperada defensa que durante ciento nueve días sostuvo el puerto, que le mereció a Veracruz su primer galardón de ciudad heroica.»(Carranza, 2014, pp. 91-92).

Al comenzar 1824, la situación seguía igual, por lo que el gobierno mexicano ordenó a la Secretaría de Hacienda que suministrara a la Marina de los recursos necesarios para tomar la isla de Sacrificios y hacer capitular al castillo de Ulúa. Con tal fin, el Ministro Plenipotenciario Mariano Michelena compró en Inglaterra las fragatas Libertad y Victoria, así como los bergantines Bravo y Pailebot General (Lavalle, 1985). En ese mismo año, el General Miguel Barragán fue nombrado gobernador de Veracruz, mientras que el Capitán de Fragata Pedro Sainz de Baranda era nombrado Capitán de Puerto en Campeche en el mes de noviembre de 1824 y comandante de Marina en Yucatán un poco más tarde (Lavalle, 1985).

Con la compra de los tres buques mencionados, fue necesaria la reorganización de la escuadrilla naval que impondría el bloqueo de manera permanente. Para ello, Sainz de Baranda reclutó en Campeche a 300 elementos (200 marineros y 100 artilleros), que envió a Alvarado (donde se encontraba ya en esos momentos el Departamento de Marina) (Lavalle, 1985). El contingente enviado por Sainz de Baranda es digno de mencionarse, toda vez que se trató de una época en donde el alistamiento era sumamente difícil dada la escasa tradición por los asuntos del mar que tenían los mexicanos (Rivera, 1999).

Al comenzar 1825, Lemaur fue relevado por el Brigadier José Coppinger; mientras que, del lado nacional, el 27 de julio el Capitán de Fragata Pedro Sainz de Baranda y Borreyro recibía el nombramiento de comandante de Marina en Veracruz. Su misión: reorganizar la escuadrilla que sometería a Ulúa de forma definitiva.

Con la nueva escuadrilla naval, se pudo establecer desde julio el bloqueo de manera permanente y Ulúa dejó de recibir relevos de tropa, municiones y alimentos, lo que causó severos estragos en la población del castillo, misma que enfermó de escorbuto y llevó a varios decesos que redujeron la guarnición, al grado que sólo alcanzaba para cubrir los puestos de guardia de las principales baterías que defendían a la fortaleza.

Aunque el 5 de octubre la Corona trató de ayudar al reducto español, con el envío a Veracruz de varias naves mercantes que llevaban el apoyo de suministros logísticos, mismas que iban resguardadas por las fragatas de guerra Sabina, Casilda y Aretusa al mando del Brigadier Ángel Laborde, no sirvió de nada, toda vez que el apoyo no fue entregado debido a que el 6 de octubre, esta flota se encontró con la escuadrilla de la Armada mexicana; ambas armadas tomaron formación en línea de batalla, sin embargo, un fuerte temporal y la noche los obligaron a dispersarse (Lavalle, 1985). El combate naval jamás se realizó pues la flota española se retiró hacia Cuba.

El fracaso de la ayuda logística, hizo que se agravara la situación de los enfermos y que se desplomará totalmente la moral de los soldados españoles, lo que orilló a algunos a tratar de huir de la fortaleza a nado. Ulúa finalmente se rindió el 17 de noviembre de 1825 ante la efectividad del bloqueo naval impuesto por la escuadrilla de la Armada Nacional.

El Acta de Capitulación fue firmada el 17 de noviembre por el General Miguel Barragán y el Brigadier José Coppinger. Finalmente, el 23 de ese mes, zarpó el último reducto español con rumbo a La Habana, fecha en que Barragán ondeó de nueva cuenta la bandera nacional en San Juan de Ulúa (Rivera, 2022).

A pesar de que la expulsión de los españoles se logró gracias a la participación de la Marina con la escuadrilla de Sainz de Baranda, sus nombres no fueron incluidos en el acta de capitulación. Sin el apoyo de la flota naval a cargo del Capitán Pedro Sainz de Baranda, no se hubiera podido consolidar la Independencia Nacional. El ejemplar heroísmo de Sainz de Baranda y de los marinos que coadyuvaron a este proceso histórico, representan el más ejemplar antecedente de los valores que ha forjado la Armada de México a partir de lo que es el honor, el deber, la lealtad y el patriotismo.

REFLEXIONES FINALES
Como suele suceder en muchos casos, el reconocimiento a la Armada por su contribución a la consolidación de la Independencia Nacional se dio muchos años después. Uno de esos agradecimientos se produjo durante la administración del presidente Miguel de la Madrid, cuando en 1987 fue incluido en la Rotonda de las Personas Ilustres el Capitán de Fragata Pedro Sainz de Baranda. Así mismo, cuando por decreto presidencial del 22 de noviembre de 1991 se instituyó que el 23 de noviembre fuera considerado como el Día de la Armada de México, en distinción a los marinos que hicieron realidad la consolidación de la Independencia Nacional en el mar.

Fuentes de Archivo

Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional (AHSDN), Expediente XI/481.3/313, foja 25.

Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores (AHSRE), Archivo de la embajada de México en Estados Unidos, Leg. 13, exp. 2, f.2.

Archivo Nacional de Chile (ANCH), Fondo Vicuña Mackenna, vol. 178, f. 78.

Gaceta Imperial extraordinaria de México, 5 de octubre de 1821. Imprenta Imperial de D. Alejandro Valdés, año de 1821, Biblioteca Nacional de España.

Memoria que el Secretario de Estado y del Despacho de Marina, General José Joaquín de Herrera presenta al Soberano Congreso Constituyente Mexicano, Leído en sesión pública del 13 de noviembre de 1823, México, 1823, Imprenta del Águila, p. 8.

«Prerrogativas, honores y facultades del Serenísimo Sr. D. Agustín de Iturbide por sus empleos de Generalísimo Almirante», Decreto del 14 de noviembre de 1821, en Manuel Dublán y María Lozano, Legislación Mexicana o Colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República, Tomo I, 1876.

Bibliografía:

Carranza y Castillo, Miguel. (2014). …y la independencia se consolidó en el mar, México, Secretaría de Marina-Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.

Diario Oficial de la Federación (22 de noviembre 1991). Decreto por el que se declara Día de la Armada de México, el veintitrés de noviembre de cada año Moreno Gutiérrez, Rodrigo. (2014). Las fuerzas armadas en el proceso de consumación de la independencia: Nueva España, 1820-1821, Tesis de Doctorado en Historia, México, Universidad Nacional Autónoma de México.

Lavalle Argudín, Mario. (1985). La Armada en el México independiente, México, Secretaría de Marina-Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.

Ortiz Escamilla, Juan. (2008). Veracruz. La guerra por la independencia de México, 1821-1825, Veracruz, Talleres de Artes Gráficas Panorama.

Rivera Cabrieles, Leticia. (1999). Desarrollo institucional, reclutamiento, orígenes sociales y profesionalización en la Armada Mexicana 1821-1941, Tesis de Maestría, México, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa.

Rivera Cabrieles, Leticia. (2017). «La Armada Nacional en las constituciones de 1824 y 1857: el fracaso del monopolio de la violencia legítima», Constituciones de México y fuerzas armadas, Secretaría de Marina.

Rivera Cabrieles, Leticia. (2022). «Veracruz y el último bastión español. Los inicios de la construcción de la identidad nacional», Veracruz, 500 años de cara al mundo a través del mar, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, (publicación en prensa).