Por: Federico Reyes Heroles. Escritor y comentarista político mexicano. De reconocimiento internacional, ha publicado más de 20 títulos y ha sido profesor de las más importantes Universidades del mundo y expresidente del Patronato Universitario UNAM.

A la memoria del Coronel Alfredo Valdez

A decir de Miguel de Cervantes Saavedra, los conceptos son instrumentos, facilitan el entendimiento. Comencemos por ahí. ¿Qué necesita México?

Un Ejército fuerte, con fortaleza, suena lógico. En el imaginario colectivo las armas son vinculadas con la capacidad de sometimiento. Ser parte del monopolio en el uso del poder como definiera Max Weber a una de las características esenciales del Estado moderno conlleva una enorme responsabilidad. En esta lectura, el poder de un ejército está en función de apoyo al monopolio del poder, en función del Estado.

Por ello, la fortaleza no se medirá por el número de efectivos o la potencia de fuego. La fortaleza verdadera quedará demostrada en que no exista un reto a ese monopolio. Ese eje del Estado el monopolio en el uso del poder está sustentado en la legitimidad que surge de los ciudadanos. Son ellos los que confieren la autoridad y califican.

AUTORIDAD, RESULTADO DE LA AUTOLIMITACIÓN

Caminamos ya en otro territorio que poco tiene que ver con la capacidad de fuego.

La autoridad es el “prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución”, nos dice la Real Academia y, cierra el círculo, ese prestigio, en este caso de una Institución, las Fuerzas Armadas de México, proviene de “su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”. Un médico prestigiado, alguien considerado una autoridad, tendrá detrás de su carrera una definición profesional.

Nefrólogo, cardiólogo infantil, neurólogo, lo que podamos imaginar. Es una autoridad en su materia. El mismo médico puede ser una auténtica amenaza cuando se aleja de su especialidad y se aventura en otros ámbitos sin tener el conocimiento necesario. La autoridad es resultado de la autolimitación. Decía Gandhi, que la verdadera fortaleza proviene de reconocer las limitaciones.

MONOPOLIO DE LA VIOLENCIA, DESTROZADO

Regresemos a las preguntas iniciales. ¿Queremos un Ejército poderoso? Si, pero sólo en función de conservar el monopolio de la violencia, de velar por el Estado, el barco en que todos navegamos. Ese principio el monopolio de la violencia hoy, en México, está destrozado. Nuestro Ejército ha dejado de ser poderoso, en tanto que los grupos delictivos se burlan todos los días de ese monopolio, controlan múltiples áreas del país, hacen ostentación de su poderío.

Se puede contra argumentar: alguien tenía que hacer ese trabajo. Sin duda, pero la estrategia seguida ha llevado a nuestras Fuerzas Armadas a un escenario desgastante y riesgoso para todos. Hay muchos países con problemas similares, grupos delictivos que retan al Estado. Pero ha habido respuestas diferentes, algunas exitosas, otras no.

Ese fue el punto de arranque de un teórico de origen italiano que se introdujo en el estudio de cómo en su país donde la mafia imperó por décadas se había logrado transitar a una convivencia, ordenada. Se me cuestionará, con los delincuentes no hay forma de convivir.

¿Se puede eliminar el hábito de cientos de seres humanos a través de la fuerza? No lo creo. En dos de sus libros la mafia siciliana y Codes of the underworld, Diego Gambetta desarrolla varios principiosguía que nos pueden ayudar.

Primero, hay que entender las formas de comunicación de la delincuencia, cómo mandar los mensajes adecuados y cómo imponer un orden. Pongo un ejemplo, en Nueva York el tráfico de droga es enorme. Los dealers caminan por las principales avenidas repartiendo a domicilio los sobres de cocaína o lo que sea. Eso es tolerado. Pero, vender droga frente a las escuelas recibe un tratamiento severo.

Segundo, no se puede contra todos en todas partes y al mismo tiempo. El Estado debe seleccionar sus batallas y triunfar en ellas.

Tercero, el éxito se ha logrado con cuerpos especializados en esa labor. Si la DEA fracasa en sus operativos, el secretario de Defensa no es responsable.

El prestigio de las Fuerzas Armadas es demasiado importante para el Estado, por eso no deben ser expuestas a labores en donde puedan tropezar.

Cuarto, la seguridad de los civiles debe recaer en civiles. Deben de ser los diferentes órdenes de gobierno los responsables de esa labor. Como me lo dijo un alto mando del Ejército Mexicano: nuestro entrenamiento es otro, no estamos preparados para esa labor. Que los civiles compitan y se hagan responsables de sus estrategias que, por naturaleza, geografía y orografía, serán distintas. Habrá fracasos y éxitos.

INVULNERABILIDAD DE LAS FFAA

Término. La otra lectura de la fortaleza real, del reconocimiento, de la legitimidad, del prestigio, es la vulnerabilidad. Vulnerable es quien, de nuevo la Academia, “…puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente”.

Yo deseo para las Fuerzas Armadas de mi país que sean invulnerables y eso sólo se logrará regresando a su especialidad. Ni las aduanas, ni los puertos, ni los aeropuertos, ni los trenes, ni la administración bancaria, entre otras, están en su esencia. En contraste se me vienen a la mente 10 áreas de excelencia militar.

La invulnerabilidad es autocontención, selección y, un principio rector del Estado.