General de División Ret. José Enrique Ortega Iniestra

Mi primera misión como egresado del Colegio Militar la realicé en el 10/a Batallón de Infantería, de Mérida, Yucatán, destino al que no esperaba ir, pues previo a las designaciones había recurrido a mi padre para que me ayudara a quedarme en Guardias Presidenciales de la Ciudad de México, pero no lo hizo.

Pregunté a mi padre el por qué no me ayudó.
Me dijo: “El día que yo me muera ¿Quién te va a ayudar?
Esa fue la primera lección recibida de su padre como oficial, al término del curso de tres años en el Heroico
Colegio Militar.

La actitud de su padre de no ayudarle inició con la desaprobación de Entrega Total, Desafió del Cadete sus deseos de ingresar al Colegio Militar. Se opuso porque consideraba que no soportaría el trato fuerte militar.

Sin embargo, ingresó al HCM a la edad de 16 años, en 1964, con la ayuda de un cuñado, quien firmó la responsiva. Su padre portaba entonces el grado de coronel.

HEREDÓ EL CARIÑO DE SU PADRE AL HCM

El General de División Retirado nos abrió su alma. Contó que decidió ingresar al Colegio porque su progenitor aseguraba que no soportaría las exigencias del Colegio Militar. Sin embargo, afirmó:

“Ingresé para demostrarme a mí mismo, y a mi padre que sí soportaría el trato fuerte del Colegio Militar. Pero ¿Qué sedujo al joven cadete a seguir la carrera de las armas de su padre, y en la misma Arma: Infantería?

A los 13 años mi padre andaba en la Revolución. Le tenía un gran aprecio al Colegio Militar, a pesar de que no egresó de este plantel educativo. Esa herencia psicológica “me hizo sentir cariño por el Colegio Militar”.

La responsabilidad personal y militar que desde niño percibía en su padre, a quien admiraba, sedujo al joven José Ortega a emularlo en la carrera de las armas.

SINTIÓ MIEDO AL INGRESAR AL HCM

Confesó que en Colegio Militar se ingresa a otro mundo, pues fuera del plantel la gente no tiene arraigada la disciplina, la responsabilidad, que durante tres años abrevó en el plantel militar.

A pesar de que desde su tierna infancia vivió cerca de los cuarteles, y conoció el medio militar, sintió miedo al pisar por primera vez el suelo del Colegio Militar, porque le era desconocido. Sentí temor de fallarme a mí mismo, a mis padres, a mi familia.

LA COSTUMBRE INTROYECTA VALORES

La disciplina, el honor, la lealtad, el espíritu de Cuerpo, son valores que el General de División Ret. José Ortega Iniestra interiorizó a través de la costumbre durante su estancia en el Colegio Militar, valores que lo acompañaron durante sus 47 años de vida en el activo.

Cada cadete interioriza la disciplina mediante la costumbre, la repetición constante. Lo integra a su persona, lo va sintiendo. Pasa a formar parte de nuestra vida psíquica.

Confesó que ser cadete del Heroico Colegio Militar es un orgullo, pues se forma parte de una tradición, de la historia nacional militar iniciada en el plantel de Perote en 1823.

Comentó que la disciplina militar adquirida a temprana edad le permitió vivir con tranquilidad, confianza de ser él mismo durante sus 47 años de vida militar, así como enseñar a sus hijos cómo llevar la vida con integridad.

Los hábitos que nos dio el Colegio Militar no son temporales, son para toda la vida.

LA DISCIPLINA, UN HÁBITO

En el mundo militar tender la cama es un hábito que se inculca a todo cadete, un hábito que para el general José Ortega significa nuestra propiedad, un lugar muy nuestro, que va ligado a asear los zapatos o pegar un botón.

La disciplina me hizo sufrir durante el primer año como cadete. Un hábito que en la vida civil no conocía, por lo que no estaba preparado para hacerlo.

Del recreo de diez minutos a que tenían derecho entre materia y materia, comentó que significaba un descanso fabuloso. Asimismo, la práctica de deporte, además de fortalecerlo físicamente, le quitaba estrés, lo relajaba, ya fuera en la alberca o en el trampolín.

Aventarse del trampolín de la alberca significa la decisión que debe tener cada cadete, quien debe aprender a no titubear ante cualquier situación que debemos tomar, decisión que le sirvió durante los 47 años de vida militar en el activo. El recreó y el deporte, al ser parte de nuestra disciplina cotidiana forjaron nuestro carácter personal y militar.

“Ingresé para demostrarme a mí mismo, y a mi padre que sí soportaría el trato fuerte del Colegio Militar”.

ELIGIÓ EL ARMA DE INFANTERÍA

El General José Ortega se especializó en el Arma de Infantería, considerada la Reyna de las armas. “Una guerra no se concibe sin un infante”.

Cuando ingresé al Colegio Militar decidí inscribirme en el Arma de Infantería. Aprendí el uso de las armas, a marchar. Las caminatas nos van formando el carácter. No puede uno rezagarse.

La disciplina del Arma de Infantería ayuda cuando tenemos personal a nuestro mando, pues se debe caminar al ritmo del personal.

La responsabilidad personal y militar que desde niño percibía en su padre, a quien admiraba, sedujo al joven José Ortega Iniestra a emularlo en la carrera de las armas.

SE APRENDE A EJERCER EL MANDO

Ejercer el mando se aprende desde los primeros años del Colegio Militar. El general Ortega Iniestra tuvo la fortuna de ser cadete de primera en el segundo año, en tercero, cabo, y después Sargento Segundo de cadetes.

Mi desafío en cada grado fue convencer a mis compañeros que aceptaran la jerarquía, a pesar de cursar el mismo grado.

En el Colegio Militar existe un protocolo mediante el cual se designa a los mandos. Los oficiales proponen y los mandos de compañía deciden a quien darle el grado con base en calificaciones, desempeño, instrucción, actitud en las marchas, maniobras. En cada grado hay responsabilidades que deben cumplirse.

VALORES QUE SE INTROYECTAN

De los valores comentó que estos se asimilan con el convencimiento, más que con la exigencia, y con demostrar que uno sabe hacerlo.

En el valor Trabajo en equipo la divisa es ¿si yo puedo, tú puedes? Del valor obediencia dijo que en el Colegio Militar se aprende a obedecer pensando en lo que debemos obedecer.

Como cadete, el General de División José Enrique Ortega Iniestra vivió una época fabulosa, pues ingresó muy joven al plantel educativo militar. A esa edad tenemos la mente y el carácter moldeable.

Desde que ingresamos al colegio Militar competimos con los compañeros que no lograron entrar, por no quedarnos a estudiar los jueves porque reprobamos alguna materia. Esa competencia noble, limpia, nos obliga a estar adelante.

De la lealtad comentó que ésta se logra con el trato que recibimos de nuestros superiores. La convicción y el convencimiento se logra siendo leales con la persona, pues no se puede pedir lealtad a una persona cuando la ofendemos.

El Honor es algo que el Colegio nos imbuye sin pensarlo, sin buscarlo, y que se siente con el simple hecho de portar el uniforme.

Nos hace sentir que no cualquiera puede portar ese uniforme, y que significa una tradición gloriosa de nuestro país. El Honor implica dignidad, buscar el bien por el honor que tengo hacia mi persona, hacia la institución, a mi país.

José Ortega Iniestra regresó al Colegio Militar como oficial de alumnos. Durante seis años fue testigo de la graduación de antigüedades, posición que le hizo recordar que su preocupación como discente era no reprobar materias y evitar realizar actos que lo marginen del Colegio.

SUGIRIÓ ENTREGA TOTAL A CADETES

El general José Ortega se unió en matrimonio con una enfermera militar, quien fue jefe de Enfermeras del Hospital Central Miitar, jefa del Departamento de Computación del hospital, con quien supo equilibrar la vida de familia con la de militar mediante el diálogo. Una mujer empática y altruista.

El General de División Ret. José Enrique Ortegrsa Iniesta sugirió a los cadetes del Heroico Colegio Militar entrega total. Ser un cadete total.

A pesar de que desde su tierna infancia vivió cerca de los cuarteles, y conoció el medio militar, sintió miedo al pisar por primera vez el suelo del Colegio Militar, porque le era desconocido.