Militares y Policías en Funciones de Seguridad

La ética y el servicio público de hacer cumplir la ley.

Por: Juan Carlos Gómez, Delegado para las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Delegación Regional para México y América Central.

Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley tienen la obligación profesional de ser efectivos en ofrecer seguridad y protección; para ello se rigen por altos estándares de respeto a la vida y a la integridad personal. La facultad otorgada por el derecho para el desempeño de sus responsabilidades no garantiza, por sí sola, que estos no puedan cometer excesos o arbitrariedades. Su correcto desempeño depende, principalmente, de la capacidad y calidad de su actuación. La ética y el honor juegan un papel central en el cumplimiento de sus obligaciones.

Resulta ética y moralmente inconcebible que miembros de una institución de seguridad estatal aparezcan como presuntos responsables de un acto ilegal. El hecho de que un soldado o policía viole la ley es grave en exceso. La confianza de la población en sus militares y policías se desploma.

Para hacer cumplir la ley, policías y militares no cuentan con un modelo matemático, necesitan razonar y encontrar la mejor manera de resolver los problemas; es decir, entender el espíritu de la ley.  

Muchas de las situaciones que enfrentan son violentas y se espera que sepan distinguir cuál es el mejor camino para seguir, en circunstancias, por lo general, plagadas de zonas grises. No hay respuestas perfectas en cuestiones de seguridad, lo cierto es que la actuación de los miembros de las fuerzas de seguridad debe ajustarse a la ley: el uso adecuado y razonable de los poderes e instrumentos otorgados por el Estado debe garantizar el cumplimiento de la misión y las funciones en pleno cumplimiento del marco jurídico.

El honor y la ética en la misión de aplicar la ley

Para hablar de prevención de excesos de uso de la fuerza con las Fuerzas Armadas y de Seguridad es indispensable recurrir a los conceptos de honor y ética. El cumplimiento moral de las responsabilidades de militares y policías no necesariamente los hace felices, pero sí los hace dignos de la felicidad.

Es la ética en el desarrollo profesional la que dicta el camino que deben seguir para conseguir la plenitud vocacional de servir a la sociedad. Además de conocer los poderes y las facultades que les confiere la ley, los policías y militares deben comprender los efectos perjudiciales, y potencialmente corruptores, que este poder puede llegar a tener.

Es normal que los agentes de la ley sientan que hay ocasiones donde hay injusticias o desequilibrios entre el deber de aplicar la norma y lo que algunos consideran “la libertad de algunos individuos para delinquir”. Pero es aquí donde se debe distinguir claramente entre la misión y los valores que guían la acción de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley en contraste con la de aquellos que la quebrantan.

La ética del grupo y de la colectividad

No basta con que un policía o un militar entienda que su actuación ha de ser lícita y no arbitraria, ya que el conocimiento del marco jurídico no implica necesariamente que su comportamiento sea apegado a la norma. Debe siempre haber un acompañamiento desde el más alto nivel de las instituciones con controles y acciones disciplinarias y penales que cohíban cualquier desborde de las facultades otorgadas por la ley a nivel individual y grupal.

Las presiones del grupo y del entorno pueden influir negativamente en la conducta de los individuos hasta el punto de que actuaciones impensables desde la ética personal, se puedan materializar a nivel grupal. Esto ocurre al transferir la responsabilidad por la conducta inaceptable en la ética personal a la institución que se representa: “no soy yo el que viola la ley, es la organización a la que pertenezco”.  

Un entorno laboral hostil expone a los encargados de aplicar la ley a justificaciones de comportamientos ilícitos, independientemente de que conozcan a la perfección la diferencia entre lo legal y lo ilegal.

Grave es pensar que algún funcionario público en labores de seguridad argumente que, quebrantar la ley en determinadas circunstancias resulta necesario y admisible. De manera grupal, se puede llegar a pensar que quienes aparentemente violan las normas reciben lo que merecen.

La ética personal y la ética de grupo son distintas: los individuos dentro de un grupo social se pueden ver presionados o confrontados con una ética de grupo que los lleve a actuar de una manera que individualmente no estarían dispuestos a practicar.

Por esta razón, es muy importante que los comandantes militares que tienen comprometidas a sus tropas en funciones de seguridad pública, al igual que los jefes de la policía, evalúen permanentemente los comportamientos y actitudes de sus elementos a nivel de la ética individual, grupal e institucional.

Son numerosos los ejemplos de países e instituciones, en que la dudosa ética individual o grupal pone en tela de juicio toda una institución y a sus miembros, restando valor a las mayorías que prestan su servicio y protegen a la comunidad con vocación, honor, ética e hidalguía.

Las instituciones militares y policiales deben mantener como piedra angular la disciplina y proteger como tesoro su fuente de poder moral sostenida en la legitimidad y credibilidad que la comunidad tiene en la institución y sus actuaciones.